lunes, 15 de diciembre de 2008

La verdadera primavera

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Ahora también era invierno y ella callaba. Él no podía evitar pensar en los primeros días que habían estado juntos, en como todos los aromas de entonces resultaban evocadores, y podía reproducir la impaciencia de su corazón, el júbilo en medio del frío. Las sensaciones ligadas a todo aquello se aparecían en la noche de la ciudad como repentinos y puros copos de nieve que se fundían rápidamente al cogerlos y sólo le dejaban con la mano tan helada que quemaba.

Ahora también era invierno, y en vez de hacerle vivir ese preciso instante, los sentidos lo llevaban a otros lugares, como si dijeran: el momento de verdad es ése. Hoy no es más que una imitación. ¿Era verdad? Las manos se rozaron en su caminar silencioso y los sentidos le susurraron: cuando tocas su mano no tiemblas. Pero recuerdas cómo temblabas. Ése era el momento verdadero. Quizás toda la vida de ese año procedía de unas pocas horas que iban destilando su energía poco a poco.

Sabía que si lo dejaban, tarde o temprano habría otros sabores, otros objetos, otras canciones que significarían otras cosas. Y que tarde o temprano aquellos iconos sensoriales subyugarían instantes posteriores que únicamente serían satélites, basura espacial girando alrededor del original. Del auténtico.

Se quedó mirándola y le acarició el pelo. Su vista se perdía más allá de las luces tiritantes del horizonte eléctrico. ¿Que debía pensar? Otro momento idéntico le recorrió la espina dorsal. El mismo lugar, el mismo aroma, las mismas mejillas rosadas, el mismo cielo oscuro, las mismas uñas pintadas de rosa entrelazadas en su falda. El mismo mes y día. Todo era igual, pero no era lo mismo.

Cerró los ojos y vio venir la sensación. Los copos caían, vivificantemente gélidos, casi invisibles. Esta vez no la dejó escapar. Permitió que cayeran sobre su cabeza y su espalda y sus zapatos. Permitió que entraran dentro de él. Los copos fueron depositándose, uniéndose a la nieve límpida que todavía quedaba en su interior entre la escarcha y el hielo acumulados por el tiempo.

Y se dio cuenta de que siempre había estado allí. De que lo cierto no era el momento. Eran ellos.





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1 comentario:

Anónimo dijo...

Me gusta tu texto, es muy evocador. El mío es más terrenal pero te lo dejo por si te apetece leerlo: http://comunicacionsellamaeljuego.com/2008/12/13/%C2%BFquien-dijo-crisis-%C2%A1que-bello-es-vivir/

Suerte en 2009!